domingo, 12 de diciembre de 2010

El cuento de Juanito

Juanito es un niño como otro cualquiera. Le gusta ir al Cole y de mayor, le gustaría ser bombero.
Es creativo, listo y rápido, por lo que no le cuesta conseguir buenas notas y pasar de nivel cada año.
Juega con los amigos y pasa momentos que le llenan.
Ríe y disfruta de la compañía de los mayores, sobre todo, de la de sus padres.
Está lleno de energía y como hacen todos los niños, contagia su frescura a las personas que le rodean. 
Un día, jugando, Juanito se cae al suelo y se hace una  herida en la barbilla, sangra y sus padres asustados le llevan corriendo a la casa de auxilio.
Al cabo de una hora, Juanito sale corriendo y sonriendo, como si no le hubiera pasado nada.
El único recuerdo del mal trago pasado, son unos puntos que le han puesto en la herida, para cortar la hemorragia.
Aunque le dolieron, él sabía, que eran necesarios para cortar la sangre que salía de su barbilla, por lo que le quedó muy agradecido al doctor que le ayudó.
Por lo demás, era el mismo Juanito de siempre.
UNOS DÍAS DESPUÉS…




Juanito se encuentra mal, le duele la cabeza y hoy no irá al Cole.
Por la tarde, llega el doctor a casa y después de examinarlo, le da una pastilla para el dolor de cabeza.
Al cabo de una hora, Juanito se encuentra bien y con ganas de jugar con los amigos, pero su madre le dice que es tarde, que mañana será otro día y que entonces, podrá jugar con los amigos.
UN MES MÁS TARDE…
Hoy es un buen día, hay que levantarse pronto para visitar a los abuelos, pero Juanito, no se quiere levantar y si no es por su madre, se hubiera quedado en la cama.
Bromeando con él, le preguntan si ya no quiere ver a sus abuelos como siempre.
Pero la verdad es, que últimamente no duerme y no descansa bien.
No tiene la misma energía de siempre.
Hace tiempo que no disfruta del juego con sus amigos como lo hacía antes.
De vez en cuando le duele la cabeza y aunque no es como la primera vez, el dolor no le deja estar atento a lo que le dicen otras personas.
Tiene mucho apetito, a veces no puede decir que no a un dulce. 
La gente mayor se alegra de que Juanito coma bien y mucho, sin embargo, después de comer, se siente pesado y embotado.
En el colegio, se siente más lento de lo que en él es costumbre y aunque dedica muchas horas al estudio (tantas o más que antes) sus resultados, no son los que él quisiera.
TRES MESES MÁS TARDE…
Es época de exámenes y la dedicación de Juanito es absoluta, sabe que con cada curso que pasa, el sueño de ser bombero se encuentra más próximo.
El mismo día del examen (antes de éste) los padres de Juanito,  aprovechan para cambiar impresiones con su profesora. Les preocupa que su hijo no apruebe este curso.
La profesora les comenta, que últimamente ve a Juanito, más introvertido y serio de lo que en él es habitual y que deja algunas tareas por hacer, pero que es lo normal en algunos niños, sobre todo, a la edad que tiene él.
SEIS MESES DESPUÉS…
Juanito ha cambiado de amigos; ya que los anteriores, han pasado de curso y están haciendo otras cosas.
Aunque quiere a sus nuevos amigos, le cuesta estar con ellos, Juanito es físicamente más grande y fuerte que ellos y sus compañeros no le pueden seguir en los juegos que a él le gustan, por lo que para no quedarse solo, se adapta a los que realizan los otros chicos.
Sigue teniendo hambre, aunque come mucho, sobre todo bollos y se le sigue embotando el cuerpo, pero ya no es algo que le preocupe.
Ahora, tiene otras cosas en la cabeza, como elegir una profesión. La de ser bombero ya no le gusta tanto como antes, dice que es cansado y que prefiere algo más estable.
OTROS SEIS MESES DESPUÉS…
Hoy es un buen día, llega su tío Tomás de su último viaje por África. 
El tío Tomás, es a la persona que más admira Juanito, después de su padre claro. Siempre le cuenta sus aventuras por medio mundo y le trasmite todas las emociones y sensaciones que ha experimentado en sus viajes.
Pero lo que más le gusta a Juanito, es la frase con la que su tío Tomás termina siempre sus relatos: “me encanta que disfrutes de las emociones y sensaciones que te trasmito, pero éstas son  mías; para tener las tuyas, tendrás que lanzarte  a tu propia aventura”.
Es éste el espíritu que movía a Juanito, el espíritu que le animaba a ser un bombero y él que había hecho, que cuando estaba su tío en casa, Juanito no se separara de él ni un solo instante.
POR FIN, LA HORA DEL ENCUENTRO…
El tío Tomás: ¡Hola Juanito! Chavalote ¿cómo se encuentra mi grumete? ¿hay piratas en la costa?
Juanito: Hola tío ¿cómo te encuentras?
El tío Tomás: bien chaval ¿quieres que hagamos algo? ¿te gustaría saber qué es lo que he hecho en este último viaje?
Juanito: ahora no, quizá más tarde, va a empezar la serie que me gusta y no quiero perdérmela, estaré en mi cuarto.
TRES DÍAS MÁS TARDE…
El tío Tomás: ¿qué le pasa a este niño? No es el mismo de siempre. Se ha vuelto más serio e introvertido, se pasa el día comiendo y absorto en sus pensamientos. 
Además, no se mueve igual que antes y no es que sea gordo, solo tiene algo hinchada la tripa, pero sus movimientos no son tan fluidos como antes.
La familia: es normal, ha crecido ¿es que no te das cuenta?
El tío Tomás: no es así, Juanito ha perdido la frescura que poseía antes, esa que contagiaba a todo el mundo. A Juanito le pasa algo ¿le ha visto un médico? ¿tiene alguna enfermedad? 
La familia: sí, le sigue su médico y no tiene ninguna enfermedad, no tienes porqué preocuparte.
El tío Tomás: bien, como no se trata de un tema médico, me gustaría pediros permiso para llevar a Juanito a que le vea un amigo mío.
La familia de Juanito se quedó desconcertada con la petición del tío Tomás, pero le conocían, sabían que era una persona culta y que conocía varios países, por lo que siempre tenía una visión amplia de las situaciones, lo que le permitía encontrar soluciones allí donde otros, quedaban atrapados. Además, aunque fuera un aventurero, siempre había mostrado mucha prudencia y coherencia en  todo lo que hacía. Por lo que accedieron con gusto a que al día siguiente, llevara a Juanito a ver a su amigo.
AL DÍA SIGUIENTE…
Hola, Juanito, me gustaría llevarte a ver a un amigo mío, es la persona que me ayudó a solucionar mi problema de espalda ¿te acuerdas? y a la que siempre voy a ver cuando vuelvo de mis viajes. 
No tener los dolores de espalda, me ayuda a sentirme siempre con la energía suficiente para hacer todo lo que quiero.
Ya con el amigo; el tío Tomás le explicó a éste, que le traía a Juanito, porque desde hacía un tiempo no parecía el mismo.
Hola, Juanito ¿cómo estas? 
Bien, gracias. Mi tío dice que le arreglaste los dolores de espalda y que desde entonces se encuentra mucho mejor ¿eres médico?
No, yo no soy médico, los médicos tratan las enfermedades y sus síntomas, sin embargo yo trabajo sobre la capacidad de tu cuerpo, para recibir  y procesar los estímulos a los que es sometido todos los días ¿comprendes? Hago terapia de biofeedback.
Más o menos.
Cuéntame ¿qué te gusta hacer?
¿A mí? Ver la tele, jugar, estudiar… aunque últimamente, me cuesta todo un poco, excepto ver la tele.
Pero ¿qué tiene que ver eso con mi cuerpo?
Te pongo un ejemplo: cuando piensas en estudiar, para pasar de curso, se trata de un estímulo interno al que tú, o mejor dicho tu cuerpo, reacciona para ponerse en marcha y alcanzar lo que te propones.
Imagínate que un buen día, tu cuerpo no puede con este estímulo y que no reaccionara como de costumbre y en vez de encontrar la energía que te mantiene despierto y atento a todo lo que se relaciona con tu objetivo, te encuentras con una desazón y sensación de agotamiento.
Es fácil de imaginar, lo he estado sintiendo durante estos últimos meses, pero pensaba que se trataba de otra cosa. Creí que significaba que era algo perezoso y que no me estaba esforzando lo suficiente como para alcanzar lo que quería, pero a medida que me esforzaba más, la cosa empeoraba, incluso, me empezaba a doler la cabeza, algo que nunca me había pasado antes.
El terapeuta, le explicó a Juanito, que en algún momento, a su cuerpo le había pasado algo. Por lo que había perdido la capacidad de procesar el estímulo que era  estudiar, para aprobar el curso.
Le dijo, que era normal, que cada vez se sintiera peor; ya que cuando se esforzaba, lo que hacía era reforzar el estímulo y por lo tanto, la respuesta de su cuerpo a éste.
Le contó, que aunque él no lo supiera, eso era ir en contra de su cuerpo y que lo que necesitaba hacer mientras duraba el problema, era ir a favor, para evitar la pérdida de energía, el agotamiento y las emociones que generan los pensamientos negativos que estaba experimentando estos últimos meses. 
También le explicó, que estas sensaciones, no eran más que una adaptación de su cuerpo a lo que no podía procesar y no la realidad de cómo era él.
Después de escuchar al terapeuta, Juanito sintió un alivio enorme y suspiró agradecido. Entonces se dio cuenta de la tensión que había mantenido en su cuerpo desde hacía tiempo y disfrutó de su relajación.
El terapeuta, le dijo que intuía que algo le estaba pasando en alguna parte de su cuerpo y que le podría ayudar si se lo permitía.
Claro que sí, contestó Juanito.
Aún así necesitaré tu ayuda y que me cuentes todo lo que puedas sobre tu cuerpo y lo que hayas vivido hasta ahora.
Juanito le contó, cómo se había sentido durante estos últimos años y además, algunas de las cosas que le habían pasado, mientras, el terapeuta iba anotando en su ordenador todos los datos que le daba Juanito.
Ok. Juanito, lo has hecho muy bien, ahora me toca a mí, por lo que te haré algunas preguntas sobre cosas que no me has contado.
El terapeuta, empezó a preguntar a Juanito y a su tío por cosas en las que Juanito, nunca hubiera reparado: dónde vivía, si había padecido alguna vez de vegetaciones, si usaba aparato dental, si le habían dolido los oídos alguna vez, cuántas cicatrices tenía en el cuerpo y un montón de cosas más.
Juanito, fue contestando a todas y cada una de las cosas que le preguntaba el Terapeuta.
Cuando terminaron, el terapeuta le dijo a Juanito, que ahora tendrían que mirar si alguna de esas cosas, le estaba quitando a su cuerpo capacidad para procesar.
Yo no sabría ayudarte en eso, le dijo Juanito.
Lo sé, no te preocupes, por eso tenemos unos test que se hacen a tu cuerpo y que nos dirán todo lo que necesitamos saber.
El terapeuta, le invitó a tumbarse en la camilla que tenía en un lado de la habitación y Juanito se subió de un brinco en ella.
A Juanito, le gustaba la forma que tenía el terapeuta de hablarle, las cosas que le decía también, pero sobre todo, su tono de voz. Había algo en todo esto, que le hacía sentirse bien.
Juanito, está tumbado boca arriba, no sabe qué le va a hacer. Espera que le toque el cuerpo o le tomen la temperatura, como han hecho en los otros sitios a los que le han llevado antes sus padres, pero en lugar de eso, le pide que levante los brazos por encima de la cabeza y que los deje extendidos sobre la camilla.
Juanito lo hace y espera a ver cuál es el siguiente paso del terapeuta. Éste va colocando cosas encima del cuerpo de Juanito y mientras gira con mucha suavidad sus brazos, lo hace de una manera casi imperceptible. Es tan suave y relajado en su trabajo, que Juanito prácticamente se duerme en la camilla.
Al cabo de un rato, el Terapeuta, le pregunta a Juanito ¿cuándo te hiciste la cicatriz  de la barbilla?
¿Qué cicatriz? Responde Juanito.
La de la barbilla, insiste el Terapeuta.
Y ¡ZASS!... Juanito recordó de golpe, que tenía una cicatriz en la barbilla.
¡Ahaaa! La cicatriz, no me acordaba, me la hice haceee… ¡Ya! Hace más de un año. Jugando en el parque.
El terapeuta, le fue haciendo varias preguntas: si estaban sus padres en el momento de la caída y si se habían asustado mucho, si se asustó él, si lloró o no, si le había dolido y del 1 al 10 cuánto lo había hecho, si tomó antibióticos y si alguna vez se le habían infectado los puntos.
Muy bien Juanito, dijo el terapeuta. Creo que la mayoría de tu cambio de estado, viene de la cicatriz que tienes en la barbilla.
No lo entiendo ¿por qué?
De todo lo que le ha sucedido a tu cuerpo de un tiempo hasta aquí, la cicatriz es lo único que no sabe ni puede procesar; resultó ser un problema tan fuerte, que ni los test reconocen su existencia, incluso tú, la habías olvidado.
Al ser un problema tan grande, tu cuerpo no supo solucionarlo y tuvo que guardarlo. Ya me entiendes, dejarlo a un lado, para que siguieras con tu vida.
Ya entiendo, pero si lo guardó ¿por qué me ha resultado un problema?
Es fácil, Juanito. Para mantener esa tensión guardada, tu cuerpo, ha tenido que utilizar mucha de la energía que tenía reservada para otras cosas que forman parte de tu vida, como jugar, estudiar, dormir, disfrutar de tu familia, etc.
Mis amigos también tienen cicatrices y no les ha pasado lo mismo.
Eso es porque cada persona es diferente y no es tan importante la cicatriz en sí, como las circunstancias personales de cada uno, sumadas al estado en el que se encuentra su cuerpo en ese momento. Esto es lo que hace que un mismo suceso sea diferente.
En tu caso, te encontrabas jugando relajadamente cuando te golpeaste, sin embargo, el color de la sangre te asustó mucho, tanto, que te hizo sentir más dolor y lloraste; más tarde, cuando viste la cara de susto de tus padres y lo nerviosos que se ponían, te entró miedo, por la más que posible reprimenda, hasta el punto, de quedarte blanco y dejar de llorar; los puntos, te pusieron muy nervioso y te dolieron más que nada, aunque al comprender que eran necesarios, dominaste los nervios y apretaste los dientes para no hacer caso al dolor.
Como ves, Juanito. En tu caso, no solo te encontraste con la circunstancia estresante de la herida. Sino que, además, se sumaron la preocupación y nerviosismo de tus padres, el susto de ver la sangre, tu esfuerzo por no sentir dolor, etc. Todo sumado, fue excesivo para tu cuerpo.
Comprendo... Juanito vuelve a suspirar, no sabe porqué, pero está aliviado. Algo en él se ha liberado.
TREINTA MINUTOS MÁS TARDE…
Muy bien, Juanito. Hemos terminado, puedes irte a casa, pero tienes que volver en dos semanas.
El terapeuta, le puso unas bolitas en la oreja y le dijo que las conservara hasta la siguiente visita, le mandó hacer unos ejercicios en casa y le recordó que, por ahora, no tenía la suficiente energía para volver a hacer las misma cosas que antes; por lo que si veía que no podía seguir el mismo ritmo que los demás, que no se esforzara, que antes era preferible, que buscara cosas que le agradaran y le fueran fáciles de hacer.
EN CASA, DOS DÍAS MÁS TARDE…
Juanito, está en la cama, tiene algo de fiebre. Le ha visitado el médico y dice que no es nada importante, que al chico se le ve bien y no hay por qué preocuparse.
Es curioso, Juanito, a pesar de estar con fiebre, se siente bien y con cierta vitalidad.
Por la noche, se encuentra con apetito y cena con sus padres y su tío Tomás. Al terminar la cena, se levanta, les da un par de besos a cada uno y se despide para irse a la cama.
Juanito, dice su madre ¿hoy no ves tu programa favorito? Lo ponen ahora.
No, hoy me apetece leer un cuento en la cama, hasta mañana.
AL DÍA SIGUIENTE…
Juanito, se levanta de un brinco de la cama, ha olido las fantásticas tostadas que prepara su madre, hacía tiempo que no disfrutaba tanto como hoy de su olor.
Es domingo y no puede ir al Cole, así que decidió ir a ver a sus abuelos, hace tiempo que no les ve y recuerda lo bien que se lo pasa con ellos cada vez que les visita, por no hablar de las buenas propinas que le sueltan.
Por la tarde, cuando vuelve de visitar a sus abuelos, entra en casa y busca a su Tío Tomás, que se encuentra leyendo un libro en la butaca del salón.
Hola, tío ¿sabes de lo que me he dado cuenta?
Dime, Juanito.
De que todavía no me has contado nada de tu último viaje por África y me muero de ganas por escucharte.
Claro que sí, contesta el tío Tomás. Ese es mi grumete, te echaba de menos chaval, me alegro de que estés aquí de nuevo.
DÍA DE LA CONSULTA CON EL TERAPEUTA…
De repente, como precediendo a Juanito, una brisa de aire fresco invade la consulta; al segundo, entra Juanito, saluda y de un bote se sube en la camilla.
Sus movimientos son más fluidos y su tono de voz ha cambiado, ahora es más vivo y limpio.
Veo que te encuentras mejor, dice el Terapeuta.
Juanito le cuenta todos los cambios que ha experimentado durante estas dos semanas.
Le cuenta que: tiene más energía, que vuelve a recuperar el entusiasmo por el estudio y por ser bombero, ahora lo ve, incluso, más fácil que antes de ponerse enfermo; que vuelve a disfrutar de las personas que le rodean. ¡Ah! y que ya no le duele la cabeza.
También le cuenta que le ha servido enormemente, darse cuenta de cómo es su cuerpo y que esto le está ayudando mucho. 
Sentía que, a diferencia de antes, ahora, si podía elegir.
En definitiva, Juanito vuelve a recordar al chico que es. Su frescura y energía, como las de cualquier niño, contagian a las personas con las que está. Pero además, siente, que con la ayuda del terapeuta, ha aprendido de lo que le ha sucedido. Lo que le ayudará, sin duda, a dar el siguiente paso. Por supuesto, en la dirección que él elija.
FIN
No siempre es una cicatriz, a veces se trata de un alimento, un diente que no se curó bien o incluso, de un susto que nunca se te quitó, entre otras. Aunque la mayoría de las veces, se trata de la suma de varias de esas cosas al mismo tiempo.
David González Valderrey. 



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