miércoles, 5 de septiembre de 2012

Optimización del funcionamiento del cuerpo, ya sea para ganar salud o rendimiento (parte 2ª/1): tipos de movimiento: control automático, respuestas reflejas.


Esculturas de Peter Jansen enfocadas al estudio del movimiento http://humanmotions.com/index.html 


En la primera entrega de esta serie de artículos dedicados a la mejora del cuerpo para poder conseguir una mayor salud y/o un mejor rendimiento deportivo o laboral; vimos lo que representa para el cuerpo la estática y dinámica corporales y una de las maneras más interesantes que hay hoy en día de valorarlas: los tests de Antiterapia, explicando además el porqué de ello (ver artículo anterior).

Al final del artículo dimos el preámbulo a esta 2ª parte, en la que podremos conocer los diferentes tipos de movimiento que utiliza el cuerpo para adaptarse a las distintas situaciones diarias, a las que necesitamos entregarnos con el menor esfuerzo y gasto de energía posible, esto es: sufriendo la menor tensión que se pueda; lo que da a entender que los movimientos han de ser lo más ajustados posibles a cada situación y realizarse con la mayor fluidez.

Esto requiere de un músculo o grupo de músculos, y un tipo y grado, de contracción muscular para cada uno de ellos en cada ocasión, sugiriendo la idea de una integración y coordinación entre cada músculo, segmento corporal (miembros inferiores, tronco y cabeza), y centro de control del movimiento.

Con el objetivo de podernos centrar mejor en el tema, esta 2ª parte está divida en 3 secciones: 2ª parte/1 , 2ª parte/2 y 2ª parte/3, una para cada tipo de movimiento.

Tipos de movimiento.

Se distinguen 3 tipos de movimientos.

  • Automáticos (por ejemplo, el reflejo de parpadeo, el pupilar o la pequeñas variaciones en el tono muscular, que aseguran la posición de la cabeza sobre el tronco, o la acomodación de los ojos que permiten una mayor efectividad y ajuste del movimiento, tan importantes en fases de aprendizaje).
  • Semiautomáticos (son inconscientes, igual que los automáticos, pero se pueden iniciar y detener de una manera consciente. Ejemplo: la marcha, masticar o respirar; además son rítmicos).
  • Voluntarios (son los que se realiza de una manera totalmente consciente y voluntaria – si es que se puede –).


Jackson fue uno de los primeros en hablar del desarrollo del movimiento por etapas, iniciándose éste en los primeros instantes de la vida de los seres vivos en la tierra.

Movimientos automáticos y reflejos.

Nuestros antepasados realizaban movimientos de tipo reflejo, no pensados y automáticos, no conscientes.

El centro que preferentemente, guarda y gestiona este tipo de movimientos, es la médula espinal. La médula espinal se encontraba ya en las primeras etapas de los organismos multicelulares, los formados con más de una célula.

Hoy en día podemos ver este tipo de control del movimiento en la contracción y dilatación de la pupila, que como sabemos, no podemos controlar a nuestro antojo: si nos enfocan con una linterna en el ojo, la pupila se contraerá por mucho que intentemos que se mantenga dilatada; lo mismo ocurre con el párpado, si el foco de luz que emite la linterna se vuelve lo suficientemente intenso, este se cierra de manera involuntaria; también podemos fijarnos en lo que sucede cuando recibimos un pinchazo inesperado sobre la piel o nos quemamos con el mango del cazo que se encuentra sobre el fuego; nuestro cuerpo reacciona con un movimiento rápido, directo y brusco (estereotipado), evitando la situación que lo puede dañar, por la vía más rápida posible.

Es un mecanismo de protección contra una agresión externa o el “ataque de un depredador”. En el lenguaje más primigenio, se trataba de huir o atacar, y para ello era necesario una rapidez que no permitía el análisis de la situación (hacerlo consciente), se necesitaba máxima rapidez de acción si se quería sobrevivir. ¿Hoy en día esto es igual?: aunque no nos persiga un depredador, hay un montón de situaciones que activan la alerta del cuerpo, ¿pueden las noticias que estamos acostumbrados a oír en el telediario, crear la misma sensación de angustia y acorralamiento que la posible aparición de un “depredador”?; la respuesta es, sí.

Este tipo de automatismo y, prácticamente, nula capacidad de control voluntario, se encuentra también en la regulación muscular de la postura, la coordinación de la musculatura del habla, la escritura, el movimiento de los ojos, la coordinación de la marcha, la contracción de la musculatura alrededor de una zona lesionada (espasmo de protección o posición antiálgica), etc.

Es por esto que existen diferentes tipos de técnicas, como la grafología, la observación de la postura, de la marcha, del tono de voz, etc. Con las que se valora el estado de la persona en su parte física, su memoria corporal, ya que su comportamiento a la hora de andar, hablar, escribir, todo lo que implique la musculatura de su cuerpo, se ve radicalmente influenciado por los automatismos aprendidos, por los aprendizajes y adaptaciones hechas en el pasado; lo que da pistas sobre lo que sucedió y le sucede realmente a la persona (es necesario tener en cuenta que para una buena respuesta, en términos de supervivencia, el cuerpo necesita tener grabado cada comportamiento y situación vivida en el pasado, y que a esta “memoria” se puede acceder y obtener una información veraz a través de observar el cuerpo y su movimiento, gracias, entre otras cosas, a que no se pueden controlar de manera consciente las reacciones de este. – ver tests de Antiterapia –).

Este comportamiento automático condiciona las actividades cotidianas, sirve como base para actos posteriores.

Es un punto de partida que permite evitar la necesidad de tener que elegir constantemente la respuesta más óptima a situaciones que se repiten a diario, lo que generaría un gran gasto de energía y tiempo en volver a buscar una solución a situaciones conocidas (aprender de nuevo), tratándose de un ahorro esencial para la supervivencia de cualquier ser vivo.

Sólo hay que imaginarse lo que sería para una persona tener que aprenderse cada día el abecedario antes de poder leer las instrucciones para rellenar un impreso, leer un periódico, etc. Estudiar la tabla de multiplicar antes de hacer cualquier suma o resta, para poder pagar en la panadería u organizar los gastos del mes; aprender a conducir cada vez que lleva a sus hijos al colegio en coche, etc.

Está claro que es esencial la participación de los movimientos automáticos en la vida diaria, pero como en todas las cosas, es necesario un equilibrio, y estos no pueden protagonizarla totalmente, lo que de suceder podría convertirse en una limitación de la capacidad para aprender y realizar cualquier actividad nueva.

De esta manera, la salud y el rendimiento corporal dependerán de lo que es casi, una cuestión de grado. En palabras de Jackson refiriéndose a este tipo de movimientos:

“han sido rebajados con la incorporación de nuevos movimientos cada vez más conscientes y voluntarios”.

La “rebaja” del grado de protagonismo de estos movimientos con la incorporación de los siguientes niveles de movimiento, dotó a nuestros antepasados, y todavía a nosotros, de una mayor capacidad de adaptación, y por lo tanto, de elección.

En la siguiente sección, conoceremos los movimientos semiautomáticos, que nos permiten un mínimo ajuste voluntario en el movimiento; un pequeño pero importante control que nos ayuda a mejorar la capacidad de adaptación al medio e integrar nuevos aprendizajes, algo básico para una buena salud y un buen rendimiento.


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