“Si se cree
conveniente, es recomendable tener al día sobre este asunto a nuestro terapeuta
para que pueda aconsejarnos. Ya que las decisiones son nuestras, está bien que
nos respaldemos por alguien que nos de buenos consejos”
En la
primera parte hemos podido comprender algo más nuestro sistema digestivo; por
ejemplo, en qué nos beneficia su buen funcionamiento; haciéndonos cargo, al menos
en parte, sobre cómo influye en nuestro estado y qué es normal en nosotros o no.
En esta
parte, tenemos algunas recomendaciones
para no perjudicarnos, y, si es posible, mejorar a partir del cuidado de este
sistema.
Si no has leído la primera parte, te recomiendo
que lo hagas; ya que, si tienes un poco de información sobre el tema,
comprenderás mejor, si cabe, el porqué de estas recomendaciones.
Recomendaciones para tener un buen
sistema digestivo:
Antes de nada: necesitamos observarnos
(escucharnos, observarnos o sentirnos, lo que más nos guste), para poder personalizar
lo que hacemos. Y conocer de esta manera como nos sienta lo que tomamos; no creándonos
hábitos que tengan que ver más con modas pasajeras que con nosotros mismos.
Comer:
En la medida que podamos, es
recomendable evitar los alimentos que nos sienten mal, creándonos: gases,
pesadez, hinchazón, etc. (ver artículo anterior).
Estos aumentan el esfuerzo de nuestros
órganos para digerirlos, y producen reacciones de exceso o carencia de tensión;
en las que sustancias como, por ejemplo, ácidos y enzimas, entran en
desequilibrios que pueden producir otros problemas.
Además, como pudimos comprender en el
articulo anterior. Nos producen un desgaste o gasto de energía, que causa problemas
que, en principio, no relacionaríamos con la alimentación y la manera en que la
procesa nuestro cuerpo; complicando la tarea de encontrar su solución.
En ocasiones, sentimos que si dejamos
de tomar ciertas sustancias o alimentos, hacemos algo mal o nos va a faltar algo muy vital e
importante. Necesitamos tener en cuenta que, nuestro cuerpo está acostumbrado a
ciertas sustancias o alimentos; a realizado un aprendizaje sobre ellos
(creencia, emoción, respuesta corporal, sistema inmune, etc.), necesitando un
periodo de des-aprendizaje (un nuevo aprendizaje). Y tener en cuenta que,
quizá, el valor que damos a un tipo de alimento o sustancia, puede que sea
mayor del que tiene realmente para nosotros.
En ocasiones tendemos a creer en ellos
y sus virtudes de manera un tanto ingenua; pero, posiblemente, porque los
medios publicitarios los promocionan constantemente a través de múltiples vías;
y, comprensiblemente, les hacemos un hueco en nuestra vida: ¿porqué no
fiarnos?; pero ¿es realmente buena para mí esa sustancia o ese alimento?.
Puede que para una gran cantidad de
personas si lo sea, pero, ¿para mí lo es?. Lo que sienta mal sienta mal, y no
debería ser tomado sin preguntar antes a un experto. Sin embargo, también
podemos utilizar la oferta en nuestro favor, ya que siempre podemos encontrar
alternativas que cubran nuestra necesidad de cuidarnos auténticamente sin
hacerlo de una manera dogmática.
Así que, es recomendable personalizar
nuestra alimentación para conocer lo que realmente nos viene bien a nosotros.
¿Cómo
podemos hacerlo?
Una de las maneras más interesantes es
la dieta de incompatibilidades alimenticias realizada por un experto. Pero si
no tenemos prisa, siempre podremos hacer un ensayo y error, en el que empecemos
apartando un alimento que creemos que nos puede estar sentando mal; y, con el
tiempo, comprobar los cambios que se producen (si se cree conveniente, es
recomendable tener al día sobre este asunto a nuestro terapeuta, para que él
pueda aconsejarnos. Ya que las decisiones son nuestras, está bien que nos
respaldemos por alguien que sepa como hacer, y nos de buenos consejos).
Será importante tener en cuenta que,
con un cambio en la manera de comer, se producen efectos que en un principio pueden
pasar por un empeoramiento; sin embargo, desaparecerán al transcurrir un
tiempo. Muchas veces se tienden a interpretar de una manera errónea; así que tendremos
que pasar por un periodo de aprendizaje.
Algunos alimentos que suelen ser
bastante problemáticos en este sentido, son:
- Azúcares (hay un gran exceso en la alimentación y en ocasiones el cuerpo no puede más con ellos).
- Muchos tipos de lácteos (hay muchas alternativas y alimentos que tienen mucho más calcio y vitamina D, que un vaso de leche).
- Levaduras (suelen provocar un desequilibrio en la flora probiótica (bacterias buenas para el organismo, a favor de las bacterias no probióticas.).
- Vinagres.
- Abuso de carnes, vegetales o frutas.
- Alcoholes.
- Bebidas gaseosas.
- Sal.
- Ajo.
- Cebolla.
- Embutidos.
Cuidado con el abuso de los antibióticos
(esto nos lo dicen a diario los expertos. También hay que tener en cuenta que,
además de tomarlos por la vía normal, aparecen en nuestra alimentación a través
de la ganadería tratada con ellos, por lo que siempre es recomendable que la
carne sea de “ganadería biológica”).
Ejercicio:
El ejercicio estimula el movimiento
del alimento a través de nuestro sistema digestivo.
Mejora el tono del sistema nervioso en
general, y por lo tanto, la musculatura de las paredes de los órganos y de sus
esfínteres reacciona mejor a las órdenes que envía el cerebro.
Otros músculos que se benefician del
ejercicio, son los de la zona abdominal, que, como una faja, contienen a las
vísceras y órganos del abdomen en su lugar, facilitando su funcionamiento.
Además, como sabemos todos, el
ejercicio mejora la circulación haciendo posible que los alimentos lleguen a
todas los órganos del cuerpo; entre ellos los del mismo sistema digestivo.
También procura una mejor limpieza del
cuerpo, expulsando los alimentos tóxicos o alérgenos que se encuentran en él.
Eso sí, nos es muy recomendable hacer
ejercicio inmediatamente después de la comida, porque la sangre retirada de las
vísceras a los músculos, es necesaria para hacer la digestión.
Hacer
caso a nuestro reloj personal: ritmos circadianos.
Es necesario tener en cuenta que los
horarios biológicos o ritmos biológicos de cada uno, pueden hacer que se
prefiera desayunar o no a una hora en particular; así que será necesario
tenerlo en cuenta para no forzar el cuerpo a un trabajo para el que quizá no
esté preparado en ese momento.
Sintámonos. No es necesario forzarnos
a hacer algo que el cuerpo no nos pide. Si pensamos que es hora de desayunar y
que “el desayuno es la comida principal del día”, posiblemente tengamos
razones, pero puede que a nosotros no nos venga del todo bien; nuestro cuerpo nos
hace sentir que no es el momento. Preguntemos a un experto para que nos ayude a
descartar un posible problema real; y si no lo hay, hagamos lo que nos pide el
cuerpo.
Es necesario descubrir nuestro ritmo
(recuerda: escucharnos, observarnos o
sentirnos), e intentar actuar acorde a él para obtener el beneficio de
tener un reloj en hora y que este sincronice todo el organismo.
Alimentarnos ocupa muchas horas de
nuestro día e invertimos mucha energía en ello, por lo que parece un importante
punto de partida para “sentirnos en hora” (ver artículo
anterior y biorritmos).
Podemos sentirnos “fuera de hora”. No siempre
podemos coordinar los diferentes planos de nuestra vida. Ritmos de trabajo, relaciones,
horarios de restaurantes, etc. Antes de luchar contra un sistema que es como
es, al menos de momento. Necesitamos aprovechar lo que tenemos para compensar
estas carencias; se trata de utilizar el mismo sistema a nuestro favor.
El mismo sistema que parece quitarnos
tiempo, nos puede aportar un gran número de recursos para recuperar el
equilibrio perdido: terapias, dietas, etc.
Todo
en el cuerpo está relacionado.
Cada tramo del sistema digestivo
influye directamente sobre el siguiente. Cuando tenemos un problema de PH en la
boca, podemos tener problemas de bacterias en el estómago, ya que el exceso de
acidez en boca hace que se generen más bacterias en esta, que a su vez pasan al
estómago. Antes de tratar el estómago, sería importante hacerlo con la boca.
El sistema nervioso vegetativo,
controla el movimiento de las paredes los órganos abdominales. El movimiento es
básico para el transporte y digestión del alimento; si se produce un aumento o
una disminución del tono del sistema nervioso, podemos tener problemas a la
hora de procesar el alimento, además de producirse un estancamiento de la
sangre venosa (el abdomen aumenta su volumen y se ve hinchado). El sistema
nervioso vegetativo es coordinado en gran medida por el hipotálamo (“director”
del sistema neuroendocrino), que está muy ligado a las emociones a través de su
relación con el sistema límbico.
Cuando sufrimos emociones que nos
ponen en exceso o defecto, y lo hacemos de manera constante; podemos empezar a tener
problemas digestivos: pesadez, ardor, gases, etc.
Todo esto, no hace más que poner de
manifiesto la relación que opera entre las diferentes partes de nuestro cuerpo.
Es lo que necesitaremos tener en cuenta a la hora de mejorar cualquier problema
relacionado con nuestro sistema digestivo.
Más artículos sobre el tema:
Petición de cita:
Telf: 665 19 76 13.
Hola.
ResponderEliminarUn buen artículo. He podido leer el resto de la serie, y ahora comprendo mejor la procedencia de algún que otro problema que empecé a padecer hace un tiempo. Seguiré la mayoría de las recomendaciones que aparecen en ellos, porque creo que me vendrán bien.
Un saludo y gracias.
Gracias a ti, Jose.
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