Las
células de cuerpo necesitan nutrirse con las sustancias que lleva la sangre, y
al mismo tiempo, alejar los desechos que producen a diario.
Una
labor que se hace gracias a colaboración de los vasos sanguíneos: arteriales y
venosos.
Su
forma en tubo es la ideal para conducir fluidos (sangre, líquido
cefalorraquídeo y linfa). A demás, su flexibilidad les deja adaptarse a cada
recodo del cuerpo.
En
la cabeza existen vasos que se extienden por la parte externa del cráneo, como
si se tratara de las ramas de un árbol; otros viajan a su interior donde llevan
sangre al cerebro.
Este, junto a la médula, está relacionado a su vez con la actividad de los fluidos:
Este, junto a la médula, está relacionado a su vez con la actividad de los fluidos:
- Controla la contracción de las paredes de los vasos sanguíneos, que aumenta o disminuye el volumen de sangre que les recorre.
- El cambio en el ritmo cardiaco.
- La regulación del líquido cefalorraquídeo (LCR), que es un fluido que se relaciona directamente con el sistema nervioso.
- El sistema linfático.
- El dolor, que avisa cuando hay problemas.
El
cerebro no se nutre directamente de las sustancias que vienen en la sangre;
sino que las recibe del LCR, que es el mediador entre la sangre y sus células.
El
LCR se encuentra en el interior del cráneo rodeando el cerebro, y dentro del
conducto vertebral rodeando la médula espinal. Su
volumen crece y decrece como el de una marea, y lo hace a un ritmo que puede
variar entre los 6 y 12 ciclos por minuto: el cráneo se llena y vacía,
ensanchándose y encogiéndose, varias veces a lo largo ese minuto. Recuerda al
movimiento de la respiración, y se la a dado el nombre de: movimiento
respiratorio primario (MRP).
El
número de repeticiones y la cantidad de LCR pueden ser mayor o menor, según los sucesos diarios a los que se
expone el cuerpo.
Esta
regulación es posible gracias a que el cuerpo relaciona todas sus partes y
niveles entre si, existiendo un intercambio información. Gracias a esto, todas
los sistemas condicionan su funcionamiento según lo que sucede en cada parte
del conjunto, permitiendo que el cuerpo se acomode mejor a los cambios que se
dan en su entorno.
Algunas
de las situaciones a las que se debe adaptar el cuerpo diariamente, son:
- Estados emocionales.
- Alimentos: café, té, chocolate, azúcar, alcohol, etc.
- Estática, equilibrio, marcha.
- Medicamentos: analgésicos, antidepresivos, antiinflamatorios, etc.
- Enfermedades, infecciones.
- Alergias.
- Ejercicio físico.
- Las relaciones, comunicación.
- El tono general (excitación - relajación).
- La tensión muscular y fascial.
- Lesiones, operaciones, etc.
- Toxinas.
- El estado hormonal.
- Terapias.
Cada
una genera estímulos con mensajes de diferentes tipos, que llegan a distintos
receptores; si existe un problema que impide que se pueda adaptar el cuerpo al
tipo de mensaje, ya sea porque el mensaje está alterado, su grado de intensidad
es excesivo o débil, o el sistema que lo recibe tiene problemas. Se produce una
tensión que puede verse en el
esquema corporal (ver tests de Antiterapia), y esto, puede afectar a la
regulación general del cuerpo, y dentro de ella, a la de los fluidos. Ya que
los vasos sanguíneos y linfáticos se pueden ver obstruidos por la presión
excesiva de la musculatura entre la que discurren. Por ejemplo, a su salida de
la cabeza por el agujero occipital.
En
éste caso el cuerpo puede perder la capacidad de adecuar el volumen de sangre y
LCR en el cráneo, así como los ritmos del sistema sacrocraneal y el tono
muscular, a las exigencias de cada día.
Esto
se puede terminar traduciendo en los síntomas que será donde normalmente se
dirijan los esfuerzos por mejorar.
El
trabajo con los tests de biofeedback es de mucha ayuda, ya que sirve para localizar
el problema allí donde el cuerpo ya no da síntoma; pudiendo elegir cual es el
mejor camino para que recupere la capacidad de adaptación.
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